Las palabras no llegan donde tienen que llegar
y a eso sirven las lágrimas que salen a rodar,
caminan entre mi ropa y trepan níveos pañuelos,
van cayendo en mi almohada y se unen en el sueño.
Juegan entre mis cabellos o saltan de la nariz al suelo.
Lastiman y lavan al tiempo, quieren correr de prisa
para no dejar pruebas, para dar espacio a la risa.
Duermen en público, salen en el silencio, se empequeñecen
de vergüenza, pero vuelven cuando cae la noche.
Son evidencias, son marcas, pero son amigas mías:
Están cuando las necesito y saben quedarse escondidas.

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