Las aspas del molino

estropeaban mi peinado

y no había disculpa que desenredara

tanto vómito peludo de gato tibio

haciéndose león.

Y no hallé aspirinas

para la culpa pegajosa

de virgen niña

de buena madre

de pobre inútil.

Hoy apenas alcanza el acomodo

de tantos libros ya ordenados

para que más gigantes tomen asiento.

Pasen, adelante, aquí siempre hay lugar

y tiempo y ganas de pelear con ustedes.

Yno habrá excusas

ni analgésicos ni lógica

para espantar más fantasmas

de los ya nacidos

crecidos

reproducidos

y muertos

bajo estas pestañas.

Anabel Ocáterli.

Del libro Sombras de Colores, 2016

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