Ponete a escribir, me ordena Evan Ocáterli y me pregunto desde cuándo es la hermana menor quien le dice a la mayor qué hacer. Evan sabe que tomar una lapicera o un teclado para volcarse puede causar un placer inigualable.
Pero reconozco que siempre hay un pero para dedicarle unos minutos a la tarea, por eso hoy sigo el cosejo de mi hermana. Me siento a unir palabras para el blog y me detengo a mitad de frase, insegura. ¿Le servirá esto a alguien?
Es posible que otras personas, como yo, tengan pendiente sentarse a pasar frases que dan vueltas hasta perderse en una rutina mecánica.
¿Cómo comenzar? Quizás sirva una libretita, de esas que entran en un bolsillo y donde podés anotar también listas de compras, de tareas, nombres películas que te recomendaron. ¡Cuidado! Esa clase de libretitas suelen esconderse entre pilas de papeles o en el fondo del cajón de un escritorio, cuando no caen secuestradas entre dos libros de la biblioteca.
Un día reaparecerá la libreta con palabras que parecerán escitas por otra persona. Reconocerás la letra y hasta te emocionarás.
¿Y si lo paso en limpio? ¿Y si, ya que estamos, modifico algunas palabras, quito frases y agrego detalles? ¿Y si hago todo lo contrario?
Permiso, ya sé qué tengo ganas de hacer. Me voy a buscar mis borradores.
Hasta la próxima.